El fusilamiento de Camila
La historia de Camila O ‘Gorman
siempre me fascinó. Vi la película cuando era chica. De adolescente, el libro
“mujeres argentinas, el lado femenino de nuestra historia”, que editó
Alfaguara, me hizo querer saber más de estos trágicos amantes (otra que “Romeo
y Julieta”).
Aquí está el resultado:
Camila O ‘Gorman nació en 1828 (año del fusilamiento de
Dorrego). Era nieta de Ana Perichón (“la Perichona”), quien fue amante del
virrey Liniers.
A sus 18 años, Camila se enamoró del cura de la Parroquia
del Socorro, el tucumano (W)-(U)-Ladislao Gutiérrez, de 24 años. De buena
familia, el joven llegó a Buenos Aires con las más altas recomendaciones por
ser sobrino de Celedonio Gutiérrez, gobernador de Tucumán y aliado de Rosas.
Ambos jóvenes se conocieron por intermedio de Eduardo,
hermano de Camila y compañero de seminario de Ladislao. Fue en una de las
famosas tertulias de la familia de ella, que sus miradas se cruzaron por
primera vez. Ninguno quiso contener nada de lo que sentían y, por ello,
decidieron fugarse la madrugada del 12 de diciembre de 1847.
La familia de Camila, al no poder esconder más la fuga,
decidió denunciar el hecho al “restaurador de las leyes” (denominación con la
que se conoció a Juan Manuel de Rosas, gobernador de Buenos Aires).
Mientras la oposición a Rosas instigaba a que ambos
amantes fueran encontrados y enjuiciados, María Josefa Ezcurra, cuñada de Rosas
y tía de Manuelita (amiga de Camila e hija del Restaurador), le pedía clemencia
hacia la muchacha, ya que por ser mujer, era inocente del libertinaje del que
se la acusaba.[1]
“veintitrés años después, en su exilio inglés, Rosas
asumió la total responsabilidad de la ejecución”[2], aunque no
fuera el único culpable, ya que Don Adolfo (padre de Camila), quien exigió para
ambos el peor de los castigos, Enrique (hermano de la chica), que avaló la
ejecución, el obispo Mariano Medrano, quien calificó a los amantes como
“miserables, desgraciados e infelices”, el deán Felipe Elortondo y Palacios
(tutor religioso de Ladislao y quien vivía con su amante María Josefa Gómez),
quien pidió la cabeza del cura y Camila; también fueron responsables.
A ellos
sumémosle a Mitre, Sarmiento y Alsina (exiliados opositores residentes en
Bolivia, Chile y Uruguay respectivamente)
El 16 de junio, el cura Michael Gannon reconoció a
Ladislao en una fiesta familiar en Goya (donde residían los amantes bajo los
nombres de Valentina Desán y Máximo Brandier, quienes enseñaban a los niños) y
no dudó en avisar a las autoridades.
A pesar de los intentos del comandante Antonio Reyes,
avisándole al gobernador de Buenos Aires que ella estaba encinta, los amantes
fusilados en Santos Lugares (donde habían sido recluidos en celdas separadas),
la madrugada del 18 de agosto de 1848.
Camila pudo haberse salvado, aduciendo haber sido
secuestrada por un cura degenerado, pero “ratificó
su amor por Ladislao y su deseo de morir con él”[3].
Se dice que, ya estando encapuchados y frente al paredón
(como se ve en la película de María Luisa Bemberg), las últimas palabras de los
amantes fueron la pregunta de Camila: “-
Ladislao ¿estas allí?-”, y su correspondiente respuesta: “-a tu lado, Camila.-”
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