Edad Media: curiosidades históricas
Edad media es ese periodo de la historia que comienza con la
caída del imperio romano de occidente y finaliza, según algunos historiadores,
con la caída del imperio romano de oriente, el descubrimiento de América para
Europa, la revolución francesa o la reconquista española.
En esta entrada, veremos algunas de sus características…
¡comencemos!
Feudo:
Un feudo
era la tierra del señor feudal, el cual era integrado por el castillo, las
tierras cedidas a los campesinos para cultivar a cambio de renta o parte de la
cosecha, la reserva (tierra perteneciente al señor feudal que debían cultivar
los siervos), tierras comunales (bosques utilizados para la caza y la obtención
de productos como la madera).
No lejos
de ahí, se encontraba el Burgo (ciudad)
Justas:
Los caballeros eran quienes administraban las tierras que les dieron como regalo por sus campañas militares, por lo cual les sobraba tiempo para entrenamiento militar. Las justas eran parte de ese entrenamiento, junto con los torneos de caza y la “mêlée”, podía organizarse en campo abierto o cerrado.
Matrimonio:
Entre
los siglos IX y X, el matrimonio era visto como un medio para obtener prestigio
social. Los nobles y los reyes empezaron a buscar activamente esposas entre las
familias ilustres cuyo prestigio aprovechaban para justificar sus pretensiones
de ocupar cargos importantes.
Durante
la Baja Edad Media, mediante el matrimonio se buscan relaciones con linajes de
prestigio, que permitan una expansión de los intereses económicos y financieros
de la nueva familia. De esta manera, no resultaba raro encontrar mujeres muy
jóvenes contraer matrimonio con caballeros de avanzada edad.
Había
tres clases de matrimonio: 1) esponsales, 2) matrimonio a juras o matrimonio a
furto, y 3) barraganía o amancebamiento.
- También llamado “matrimonio legítimo”. Se dividía en dos partes; los esponsales y la boda. Los esponsales eran el momento del establecimiento del acuerdo jurídico, mediante un pacto contractual entre el padre de la novia y el marido, en el que el segundo pagaba una dote (Wittum o dos) a cambio de la obtención de la patria potestad sobre la mujer con la que se estaba casando. La dote podía consistir en la entrega de un patrimonio, o la promesa de futuro de entregarlo con el aval de fiadores. También podía retrasarse la dote a una entrega tras la celebración de la segunda fase del matrimonio legítimo: la boda. La boda o entrega de la mujer (Trauung o traditio puellae). Con la mujer en edad de procrear, se celebraba la boda con una ceremonia solemne tras la que se disponían banquetes, se convocaban fiestas y la mujer pasaba, finalmente, de la casa paterna a la del marido, al igual que sucedía con la potestad legal. Tras ella se procedía al ritual de la entrega al marido por parte de su padre y parentela. Ya cohabitando la casa del esposo la mujer, tras la primera noche de boda la mujer recibía a cambio de su virginidad un regalo del marido por la mañana (matutinale donum). A partir de los siglos XII y XIII, este rito será capitalizado por la Iglesia católica: la entrega de la esposa se haría primero a un sacerdote, y con su mediación se celebrará el matrimonio y la misa de velaciones, para terminar con la bendición sacerdotal, que en un principio solo significó la consagración eclesial de una celebración de la unión que no tenía validez jurídica alguna en el matrimonio, cuyos efectos legales se derivaban solo del contrato de esponsales.
- También conocido como matrimonio ilegitimo por mutuo consentimiento. Era habitual en los casos en que los contrayentes no habían conseguido obtener el consentimiento de la familia de la mujer, en cuyo caso los esposos se prometían matrimonio ante testigos (preferentemente un clérigo), sin más necesidad que la palabra mutua de casarse. No había, en este caso, esponsales ni acuerdo jurídico alguno con la familia del padre de la novia, que no perdía la patria potestad, ni ceremonia alguna. Por ello recibió el nombre de «matrimonio a juras» (prometido) o «matrimonio a furto» (a escondidas). Tampoco el marido, por tanto, entregaba dote alguna, aunque sí la donación de la mañana. El símbolo de la promesa, con el tiempo, lo constituyó el anillo de desposados. Este fue el acto que, posteriormente, la iglesia católica adoptó como elemento definitorio de la unión matrimonial sacramental, en perjuicio del acuerdo de esponsales, que era el elemento válido a todos los efectos en el matrimonio altomedieval legal.
- Era una unión entre dos personas, sin matrimonio o casamiento, por el que las dos partes, fundándose en la palabra o promesa de fidelidad, accedían a ciertos derechos de herencia para la mujer y los hijos de la pareja, sin que llegara a considerarse un concubinato de nula validez legal. Era habitual entre los clérigos. La mujer que cohabitaba con esta condición con un hombre recibía el nombre de «barragana», documentado desde el siglo XI.
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